martes, 19 de febrero de 2013

Natural

Estoy cansado de monos que te venden la fórmula de la felicidad,

estoy cansado de revolcones que no llevan a ningún lugar,

sólo quiero pureza, tranquilidad, naturalidad

que el devenir lo traiga todo dado, que el peso de los acontecimientos

gire en la dirección en que debe rodar.

Estoy harto de adicciones vanas

de sufrir por nada y amar todo sin tener nada

estoy harto de la tensión y la desconfianza

quiero miradas de sinceridad, quiero amor, quiero vivir al máximo cada segundo

y que todo sea natural.

Sólo quiero eso, de verdad.

sábado, 9 de febrero de 2013

Khan

Por mi sangre corre el testimonio de mil ancestros, el torrente de especias de Oriente Medio y el influjo del lejano oriente, sazonado por la sangre arábiga y africana que finalmente desembarcó en la península para recorrer medio mundo.

Mis ojos son testigos de una esfigie, que se alza majestuosa ante los mares de arena de medio mundo, mi cuerpo es la expresión viva del hombre viajero, pensador y concupiscible, que hedonísticamente trata de absorber todas las esencias que el mundo puede ofrecerle, saborear las sensaciones que regalan el abrir tu mente a otras culturas, a la vez que se trata de aunar con el ascetismo indoeuropeo y la búsqueda certera del yo.

Yo soy tantos yoes a la vez que sólo en este único ser hecho carne podría ser comprensible y comprendido. Podrá extraerse mi sangre, mis genes, pero no las experiencias vividas por mis ancestros que ahora atestiguan en mí. Por eso soy único e inigualable. Por eso soy grande y siempre voy más allá. Por eso, y ante todo, el mundo, algún día, caerá a mis pies.

miércoles, 2 de enero de 2013

Mi vida y el sexo


Acababa de cumplir 28 y esa noche tenía una cita con Sindy. Después de varios años viviendo experiencias alucinantes, increíbles, y pasando días y noches enteros de sexo, así como auténticas temporadas de placer sexual con mujeres que antes jamás hubiera soñado, esa mañana me sentía con una energía sobrehumana.

Iría a trabajar a la oficina de Naciones Unidas de Brasilia en mi nueva adquisición, un Bentley de importación que refulgía al baño del sol. Hacía un mes que había estado de viaje con Patricia mi compañera de trabajo del Gabinete de Comunicación y Ley, e íbamos a tratar temas de suma importancia humanitarios en la cumbre de Shangai.

Recuerdo que tras horas de larguísimas pero prolíficas y acalorados debates conseguimos llegar a un acuerdo, y decidí tras unas horas en el gimnasio privado tonificando mis músculos, ir a tomar una copa. Allí me esperaba Patricia con un sensual vestido rojo que resaltaba su maravillosa figura. Su tez morena, su pelo largo y negro recorriendo sus curvas y su sonrisa blanca y juguetona lo decían todo. Había sido un día duro, pero satisfactorio y aún faltaba lo mejor.

Yo, con un traje de etiqueta que se ajustaba a mi cuerpo atlético con elegancia, miré el reloj con tranquilidad y me acerqué a ella. Llegas pronto, si que tenías ganas de verme-le dije con una sonrisa.

Ella sonrió tratando de ocultar su estado de excitación y nervios, pero su lenguaje corporal lo decía todo: me miraba a los ojos con deseo, y su cabello dejaba entrever en su cuello una gargantilla de oro que le llegaba hasta los senos. Estaba espectacular, radiante y lo sabía. Tras varios obstáculos, esa noche era sólo para los dos.

Pedimos un Martini doble, mezclado no agitado como en las películas del señor Bond, y mientras tomábamos tranquilamente la copa, y conversábamos empecé a dar chispa a la conversación tirándole pullitas y aunque ella al principio se quería hacer la chica buena, me seguía el juego de jugar al ratón y al gato.

Cada vez estábamos más cerca y nuestros cuerpos estaban separados por unos pocos centímetros. La sana y necesaria tensión sexual se palpaba en el aire. La invité a tomar una última copa en mi cuarto, susurrándole al oído que sentía la inaplazable necesidad de hacerla esa noche la mujer más feliz del mundo. Ella excitada cogió mi mano y subimos a mi habitación. La 369. Sugerente.

Una vez allí y tras conversar unas pocas palabras nuestros labios se acercaron como por arte de magia, obra de la pura atracción mutua y desnudándonos lentamente, besándonos con pasión ella me descubrió su precioso cuerpo. Yo me quité la camiseta y ella acarició mis pectorales y mis brazos. La mordí sensualmente en el cuello y la noté derretirse. Pronto, estábamos desnudos y disfrutando ardientemente de nuestros cuerpos, jadeando al unísono, a un ritmo frenético y compenetrado, entregados al placer de nuestros sexos.

La agitación nos hizo perder la cabeza y el sentido del tiempo, hasta que acabamos exhaustos. Tras un ligero descanso y repetir, esta vez más suave y cariñosamente, quedamos dormidos, ella encima mía, sintiendo su cabeza en mi pecho y pedí a Dios que esa noche no se acabara nunca. Por suerte, habría muchas noches más.